Finalizado el XX Congreso del CPM en Granada
El XX Congreso del Centro Psicoanalítico de Madrid ha concluido en la ciudad de Granada.
Han sido dos días intensos con una organización impecable de nuestra compañera Mayte Puertas.
Como en todo Congreso ha habido cosas más o menos interesantes para unos y para otros, pero creo que todos nos llevamos una idea clara: la viveza del psicoanálisis y sus aplicaciones para pensar al ser humano, su modo de estar en el mundo, su forma de relacionarse con los que le rodean y su indudable valor como herramienta terapéutica.
Los agoreros que anunciaban la agonía de una teoría, una práctica y un método de investigación deben retroceder ante el entusiasmo, la articulación teórica, la práctica y la riqueza de una disciplina que ha mostrado su validez y valía para nosotros estos días.
Nos hemos acercado a la autoficción, a Pessoa, a los escritores suicidas, a la función autor, a la espina en la carne que pone a escribir, a la poiesis, a los afectos en la transferencia, al lenguaje de la estructura psíquica, a enfoques recientes del sueño, al diálogo entre psicoanálisis y neurociencias, al modelo tectónico de la mente y al final a al ortodoxia, ideología y confusión en la práctica. Y hemos tenido un momento para despedirnos de nuestra compañera Jorgelina.
También hemos compartido conversaciones no formales fuera de la sala, nos hemos reconocido y alegrado de participar juntos en este encuentro, han transitado entre nosotros corrientes de afectos y razonamientos de las cosas escuchadas, hemos debatido con libertad respetando nuestras diferencias y compartiendo nuestras semejanzas, no a veces sin extrañeza, por las unas o por las otras.
Y si algo nos ha quedado claro es que tenemos que seguir debatiendo, pensando, articulando, y no solos. Un analista se autoriza por él mismo y con algunos otros (Lacan). Y sin esos otros, un analista pierde la distancia de lo que hace y cae en el peligro de no poder reconocerse en lo que practica.
El psicoanálisis es una práctica solitaria. El analista pasa muchas horas solo con su paciente en su día y día y necesita vincularse a otros que le sirvan de referencia, con sus semejanzas y diferencias, propias de todo grupo humanos, para poder seguir mirándose en un espejo que le permita trascender el narcisismo, que la soledad del espejo de sus pacientes le podría hacer creer haberse merecido.
Como erizos una veces, pero como osos de peluche otras, nos acercamos, con dolor en el primer caso y con placer en el segundo, y también con placer por alejarnos en el primero y con dolor de alejarnos en el segundo.
Pero sabiendo que ambos, placer y dolor, acercarse y alejarse, son movimientos que comportan emociones necesarias en esta profesión, que nos permiten crecer y consolidar un determinado y personal modo de estar en este apasionante mundo del psicoanálisis y sus psicoterapias.
Me felicito con todos por participar en este encuentro y por compartir este doble movimiento y este doble sentimiento.
Pablo J. Juan.
Vocal de docencia.