Imaginen, aunque nos produzca espanto, la escena que llevamos inoculada desde hace días y volvamos, pues, a la pregunta: ¿Cómo se excitan?
¿Por qué se excitan?
Sí, no respondan tan rápido, no recurran a las respuesta consabidas y tranquilizadoras, que apenas formuladas nos dejan tranquilos, suspendiendo la incomodidad de la pregunta. Las palabras están contaminadas por el uso, se ha desleído su significado, ha sido secuestrada también en ellas su vocación de describir la realidad.